domingo, 18 de octubre de 2015

¡NO ASÍ ENTRE VOSOTROS!

Acostumbrados a una lectura un tanto estereotipada del evangelio se nos escapan detalles que podrían resultarnos entrañables, pero si ponemos un poco de imaginación y visualizamos la escena disfrutaremos al percibir la humanidad de aquel grupo liderado por Jesús.

Dos de ellos pretenden arrancar del Maestro un privilegio que los colocaría por encima de los demás. Esto provoca la indignación de los otros diez. ¿Se enfadan porque se molesta al Señor? ¿Protestan porque esa actitud de pretender los primeros puestos no es propia de los discípulos  de Jesús? No. Se encolerizan porque ven usurpado el puesto de privilegio al que todos ellos aspiran. Un conflicto plenamente humano y que nos podemos aplicar.
¿Quién de nosotros no ha deseado –al menos en su juventud- ser el primero, sobresalir ser el de mayor éxito?
Esta aspiración la llevamos inscrita en los genes  y sobre todo la respiramos en el ambiente social y cultural que nos envuelve y que nos contamina instigándonos a competir por el máximo prestigio. Aspiración legítima si se basa en el esfuerzo y superación personal y no en el avasallamiento y desprestigio de los otros. Anhelo saludable  si lo que se pretende es el logro de la coherencia y la autenticidad que nos lleve a la plena madurez humana y cristiana.
Volviendo a la escena evangélica vemos a Jesús que corta la algarabía indignada reuniendo a los doce y entre irónico y paciente pero de manera contundente los corrige:
¡No ha de ser así entre vosotros! En el “mundo” los que quieren ser grandes se abren paso a codazos, poniendo zancadillas, extorsionando o sobornando con favores ilícitos y una vez escalado el poder oprimen y humillan.
Vosotros ¡Nada  de eso! En mi Reino quien pretenda el poder tendrá que ponerse a servir. El que quiera ser el primero tendrá que colocarse el último.
Los discípulos todavía no han aprendido de su Maestro que vino a servir y no a ser servido. Que obvió  su categoría de Dios y se hizo “uno de tantos”
Los discípulos pelean exasperados porque todavía no han entrado en el proyecto de Jesús, todavía no han comprendido que en este camino perder la vida es ganarla y que el grano de trigo ha de morir para dar fruto. No lo han aprendido todavía.


¿Lo hemos aprendido nosotros?

dom. 29 TO ciclo B
Sor Áurea

UNA COSA TE FALTA Dom 28 TO

UNA COSA TE FALTA
Conocemos el Evangelio de hoy como el del “joven rico” sin embargo el texto no habla de juventud, nos dice que se le acercó “uno” así, en anónimo; otro evangelista, S. Lucas, precisa un poco más: “uno de los principales” pero sigue el anonimato. Nos lo imaginamos joven quizá por aquello de que se “acercó corriendo”  y por su ímpetu generoso.

Anónimo pero singular, concreto, personalizado. 
Cualquiera de nosotros podemos ser ese “uno”. Todos los que estamos aquí  somos honestos y procuramos cumplir los mandamientos al igual que el personaje del evangelio y como él, hemos sentido la atracción de Jesús y en algún momento nos ha conmovido su mirada cariñosa.

Cariñosa pero exigente “todavía te falta una cosa” te falta algo más y no vale la excusa de “no soy rico” “Lo que tengo, lo que consigo, lo necesito para sobrevivir”. Todos somos ricos, todos tenemos nuestro tesoro, algo a lo que nos aferramos y no queremos soltar.

Los mandamientos son generales, exigen a todos lo mismo: No matar, no robar, cuidar de los nuestros… pero la mirada cariñosa y a la vez exigente de Jesús sobre ese “uno” que soy yo, me pide, me exige algo íntimo y personal, me pide soltar, vender, lo que constituye mi riqueza, mi fortuna y que puede ser-cada uno lo sabemos- esa “dignidad” a la que no puedo renunciar perdonando y siendo el primero en pedir perdón, dejándome  “chafar” pareciendo tonto  por hacer el bien.

No puedo ver menoscabar mi “personalidad” haciéndome el servidor de todos.
No puedo renunciar a esa adición que, cuanto menos, me roba un tiempo que debería aprovechar.

“No puedo”, Jesús lo sabe bien por eso advierte que “le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja…”


Pero no vacilemos, no frunzamos el ceño como el rico del evangelio, no abandonemos el empeño lo que “para los hombres es imposible es posible para Dios”


Sor Aurea 

Dom.28 TO ciclo B

¿QUIÉN ES ESTE?

¿QUIÉN ES ESTE…?




El texto evangélico de hoy trae a nuestra reflexión diversos temas pero todos con un nexo común:
Conocer la identidad de Jesús.    

“¿Quién es este, a quien  hasta el viento y el mar le obedecen?”
¿Quién es este que parece dormido, despreocupado pero que nos conmina a pasar con él a la otra orilla? Quién es este que nos increpa: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?
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Pasar a la otra orilla trae dificultades que hay que afrontar. Pasar a la otra orilla significa salir de lo convencionalmente común en una sociedad en crisis de valores, hostil a lo religioso y que ya no tiene a Dios como referente. Una sociedad en la que las religiones son percibidas como una amenaza al identificarlas con peligrosos fanatismos o con pesados fardos sobre los hombros.

Pasar a la otra orilla es sabernos solos en un territorio para el que resultamos extraños, en el que podemos zozobrar y sentirnos acomplejados. Son nuestras timideces, nuestros miedos al ridículo. También el profeta Jeremías se sentía “el hazmerreír de la gente” (Jer.20,7 )

Pero Jesús nos conmina “¿Por qué tenéis miedo?” Con asombro y perplejidad nos cuestionamos  ¿Quién es este que nos seduce, que amansa nuestros desasosiegos?
¿Quién es este que se hace compañero en la travesía de nuestra propia vida? Que ordena: “¡Pasemos a la otra orilla!” Que dice: “Pasemos”  es decir que no nos deja solos, nos custodia.Yo estaré con vosotros todos los días” (Mateo 28,20)
“¿Quién dice la gente que soy yo? ¿Quién decís vosotros que soy yo?  (Mateo 16, 13-19)
La identidad de Jesús está en juego. La nuestra también pues  depende de las respuestas que demos. ¿Somos verdaderos cristianos? ¿Somos auténticos seguidores de Jesús? Respondemos con nuestro ser y obrar.  Con nuestro comportamiento manifestamos quién es El. Manifestamos qué es ser cristiano.


Pasemos a la otra orilla para testimoniar, sin miedo, con valentía pero sobre todo con nuestra actitud y nuestro vivir, quién es el Señor. Descubrir a quienes no la conocen o llenos de prejuicios ignoran o rechazan, la verdadera identidad de Jesús. Mostrar que su yugo es suave y su carga ligera. (Mateo 11, 28-30)